Crónica de la ultramaratón Costa de Almería, por Cristóbal Jiménez:


Se suele comenzar este tipo de crónicas por los motivos para meternos en estas carreras. Pero, esta será distinta. El dorsal ya está guardado en el alma y en la (taquilla) de la persona que más me ha ayudado a que vuelva a encontrar la motivación por el atletismo, a pasar nervios los días previos y a que el gusanillo del atleta volviera a renacer en mi interior.

Dejando sentimientos aparte, en lo meramente competitivo, la prueba la puedo resumir en una palabra: sufrimiento. A pesar de que los entrenos han sido buenos, suficientes y de que la semana anterior en la media de Córdoba me sintiese muy bien, desde la salida ya he notado que no era el día. Las piernas me pesaban demasiado, no notaba ninguna fluidez en ellas y parecía que llevase tres horas de esfuerzo ya encima. Todos somos atletas y sabemos lo qué significa que en los primeros kilómetros de una carrera de 43,7 no vayas bien. He pensado mil excusas, ahora cuando caliente iré mejor, ahora cuando salga de esta subida será mejor, lo mismo si bajo algo el ritmo me recupero, pero ninguna de ellas ha sido cierta. Todos los ritmos eran demasiado altos. Así que, los pasos por los primeros kilómetros han sido un auténtico suplicio. Afortunadamente, al paso por el kilómetro 11, por la localidad de San José, he tenido un buen momento, con la familia esperando en un lugar de privilegio, que me ha hecho andar decorosamente más o menos hasta el 20.

Pero, la primera vez que he parado a andar, me he dado cuenta que desde ahí, aún a más de 20 km de meta, empezaba un auténtico calvario. He tirado de todo lo que he podido inventar, de andar y correr a intervalos, de tratar de no pensar en nada, de pensar en cómo se acercaba la meta, en simplemente seguir trotando, en saber que no me iba a rendir. Y sin embargo, lo peor no fue el paso por las montañas, sino el encontrarme auténticamente vacío en el km. 26, cuando a 17 de meta, ya solo quedaba llanear y llanear. Es en ese momento, cuando se nota la fuerza de voluntad, cuando una persona se enfrenta a todos sus miedos y decide que los va a vencer como sea, trotando, andando, gritando o simplemente, dando un paso más.

En el último avituallamiento, km. 32, aún a 11 de meta, aparte del calor de la familia he recibido el último empujón para no irme de la carrera. Rubén, un futuro gran atleta, si aprende a sufrir en las carreras, se ha atrevido a correr conmigo ese tramo a pesar de que para él era enfrentarse a su propio límite como atleta. No ha parado de animarme, de ayudarme y puedo decir sin lugar a dudas que el hecho de haber terminado se lo debo a su acompañamiento.

Lo que significa llegar a meta, que te espere toda la familia allí, que tu hija entre contigo en meta, y todo lo demás, todos esos sentimientos me los guardo para mí, no como un recuerdo de los que se olvida sino de los que se queda escrito en el alma para siempre.









Comentarios

Tate ha dicho que…
Brutal!!!
Anónimo ha dicho que…
Pajarillo tu puedes con eso y más, muy orgullosa de ti, volverás al podium que es lo que deseas.

Entradas populares de este blog

XXX CP de La Fuensanta:

25 años con la Media Maratón de Córdoba por Francisco Toscano