Maratón Valencia 2019

Antes de nada pedir disculpas por la extensión de la crónica, quizás sea la primera y la última, pero ante la propuesta de nuestro Presidente, no podía negarme. No es la mejor crónica que hayáis podido leer, pero es la mía. Posiblemente os veáis reflejados en muchos casos o no, pero lo que si es cierto es que lo he hecho con cariño, puesto que, para mí, era una carrera muy especial. 
Antes de empezar la crónica de la mejor Maratón de España, en la que he tenido la fortuna de participar como muchos de nuestros compañeros del Club, me tengo que remontar al año 2017, en el que, motivos de salud, impidieron lo que dos años después sería realidad, andar sobre las aguas de ese fantástico complejo arquitectónico que es el Parque de las Ciencias de Valencia. Once menos cuarto de la mañana acompañado de mi incondicional Lola y ahí va el tío, arrastrando su maleta con todo lo necesario para el viaje y al encuentro en la estación de Córdoba, cinco inconscientes más, listo para emprender esa aventura de correr una maratón, que como diría nuestro letrado Andrés, “el doctorado” de los corredores populares.
El viaje muy ameno, en compañía de mi ídolo local Paco Toscano, que con mucha paciencia y amabilidad responde a todas mis dudas sobre la carrera en cuestión. Aunque todo lo que me cuenta resulta poco para lo que me depararía la jornada siguiente. Llegada a Valencia, foto de rigor en la Estación, clima inmejorable, risas, bromas, recuerdos de ediciones anteriores…. y cada uno a su lugar de alojamiento, la tarde promete y el ritmo biológico pide hidratos de carbono y lo que haga falta…

A pesar de conocer Valencia, mi perspectiva ahora es totalmente distinta, impresionante el Parque de las Ciencias, bullicio de gente por todas partes, música, colas, prisas por recoger nuestro dorsal, encuentro con Javier Recio y resto de comitiva del Amo Alla, Antonio Toscano incluido, que será un revitalizante importante en la jornada siguiente. Por supuesto más fotos, más risas, nervios, vamos, lo normal de esa situación.
Me voy  a saltar la noche porque si decimos lo que comimos, alguien nos diría lo que ya, todo el mundo sabe (que no tenemos conocimiento). A las 22:30 aprox… ya en nuestro alojamiento para preparar vestuario adecuado: que si manga corta, que si de tirantes, mejor mallas que pantalón corto, por lo de las rozaduras, 42 km dan para mucho, en fin, dos horas discutiendo para después acabar haciendo lo contrario. A la cama y a descansar.
Con unos buenos días, nos levanta Paco, me imagino que por la edad, duerme menos. Los dos hacemos el mismo comentario, menuda sudada por la noche, el nórdico no está hecho para las ciudades costeras pero, ya no había remedio. Desayuno ligero y como no el baño se colapsa, los nervios empiezan a hacer mella. Todos listo y… vamos que nos vamos, conocedores del terreno mis acompañantes discuten cual es el mejor itinerario para llegar cuanto antes a los roperos, lugar que ya es un enjambre de corredores de todos los países y colores. Vuelvo a entrar en shock y por fortuna le hago caso al más Joven de la expedición y me quito manga corta para correr con tirantes, la temperatura era ideal a esas horas de la mañana. 
Antes de la búsqueda de cajones  de salida correspondientes, nos deseamos suerte y establecemos punto de quedada tras finalizar la prueba, salvo que alguno acabe en algún hospital cercano.

Ya estamos en los cajones de salida, más nervios, lo que allí compruebo me hace olvidar unos instantes lo que nos viene encima. Un mercadillo por los suelos, toneladas de prendas deportivas tiradas por los suelos junto a las botellas de agua y bebidas isotónicas de todo tipo. Corredores orinando sin ningún pudor (la necesidad obliga) en los pocos árboles que se encuentran dentro del cajón.
Y si habéis llegado hasta aquí sin dejar de leer, voy a intentar explicar los momentos vividos. Quedan 2 minutos para la salida, me subo en la acera para tener un vista global de lo que tengo por delante, es mejor no mirar, pero, ya estamos allí y solo pido que mi tobillo pueda resistir los 42, 195 km que nos quedan por delante, más, no nos olvidemos los 150 metros aproximadamente hasta la línea de salida en mi caso. Quien me iba a decir que, mi  ya tocado tobillo, no sería mi principal enemigo unos pocos kilómetros después.
De pronto, puedo apreciar gracias a mi 1,83 m que hay movimiento en la parte delantera, damos un paso al frente, luego otro y ahora sí empezamos a trotar, porque, otra cosa es imposible. Mi mano en mi polar esperando a pasar por la línea de salida, a mi particularmente la marca oficial me la trae al pairo, quiero saber lo que yo hago aunque, el polar 400, no es que sea el satélite de la NASA, pero es lo que hay. Ahora sí, el ritmo aumenta y me acuerdo de las palabras de los veteranos en esta carrera, hasta el km 9, te llevan y no te has dado cuenta. Posiblemente fuese el caso, y el ritmo es vivo pero me siento bien en general, salvo las molestias articulares típicas antes de un calentamiento muscular adecuado. Pero llevado por ese ritmo de la masa nos plantamos en el km 3, miro rápidamente mi reloj  y los 12 minutos y algo que marcan me recuerdan que son 42 km, y mi objetivo es rodar a 4:20 la primera y si es posible 4:15 la segunda. Todas mis fantasías se difuminan cuando,  en km 4 un pinchazo en mi aductor izquierdo me recuerda fantasmas pasados. De pronto meto segunda para reducir velocidad y prácticamente noto como la muchedumbre me pasa golpeando codos. Quiero llorar de impotencia, son muchos kilómetros los que me quedan, mientras pienso los consejos de mi físico en el caso anterior …“has ido a un ritmo muy rápido y el tendón no estaba caliente pero, si no fuerzas, no pasa nada”… en ese momento estamos ya próximos a km 5 Playa de la Malvarrosa, no puedo creer que esto me pase a mí, después del duro entrenamiento, de tiradas largas en solitario por ese canal, series interminables en soledad, casi todos comprendéis de lo que hablo, por todo eso, no puede ser que me rinda aquí, a solo 4 km de la salida. Hago un reseteo en mi cerebro y modifico de manera temporal mi objetivo. Las 3 horas soñadas, nunca mejor dicho, se convierte  en un ….hay que acabar lo que se empieza, finalizar, pisar esa alfombra azul, la visualizo…, cuando en el margen izquierdo y en sentido contrario a mi marcha intento buscar con la mirada a mi compañero Toscano. Sé que tiene que estar por ahí, por fin lo veo y sin poder expresarle mis temores, lo saludo con la idea de que cumpla su promesa, no dejar que lo coja. Sin embargo yo estoy muy lejos de cumplir la mía, intentar alcanzarlo, tras un viraje ya estoy encauzado en la calle en sentido opuesto, donde Antonio en compañía de Bernardo (con sus problemas físicos) me animan, Antonio ha entendido mi mensaje  no verbal, consciente de ello me ordena que no pare, una, dos y creo que hasta tres veces hasta que su voz se difumina por la lejanía pero, su mensaje ha llegado tan claro que a mi cerebro que, actúa como un resorte. Está claro, luchar o claudicar, y como estoy acostumbrado a que nadie me regale nada, lucho, cambio la zancada, adapto mi pisada para evitar el dolor del abductor e intento mantener un ritmo constante, más tarde comprobaría que otra parte de mi cuerpo pagaría el pato. 
Los kilómetros transcurren, gente animando, oyes tu nombre en multitud de ocasiones y miras pensando que es alguien conocido, hasta que comprendes que es tu dorsal el que provoca ese reacción del público, que se agradece pero, yo sigo en lo mío, centrado en el dichoso dolor que poco a poco va desapareciendo,  km 20 y todo cambia, en el avituallamiento me parece divisar unos colores familiares, no puede ser, ahí está Toscano, a 100 metros, y de repente estamos otra vez en la Malvarrosa o eso creo yo. La media está aquí, miro el cartel y voy 4 minutos por encima de la hora y media, pero eso ya no importa, solo tengo tensión y unas pequeñas molestias en mi tobillo. Cumplo mi promesa y doy alcance a Paco, pero es un sentimiento agridulce, si yo no voy bien él va peor, mis temores  se confirman cuando mi pareja para afrontar la segunda media, me anima a continuar  en solitario, lamentablemente  hoy no es el día de Paco.

Llegamos a la Catedral, otro momento  para recordar, repique de campanas, piel de gallina,  escalofrió de emoción. A partir de ahí hasta el km treinta y algo creo recordar, todo discurre con relativa normalidad, ya he hecho uso de los geles correspondiente y tengo uno en la reserva, que no me hará falta gracias de nuevo a esos gritos de otro Toscano que con su vozarrón y expresiones que no puedo transcribir, me empuja por lo menos cuatro kilómetros más. A partir de ahí la cabeza es la que manda, porque los cuádriceps están congestionados, tu cuerpo se intenta adaptar para evitar en la medida de lo posible los dolores articulares, y sigues,  y ves como muchos se quedan en el camino y sientes  pena por ellos, porque sabes lo que cuesta, intentas verbalizar palabras de ánimo que quizás te hagan falta a ti un kilómetro más adelante.
Aunque conozco la ciudad ya no sé dónde me encuentro, ni si quiera orientarme para poder divisar los edificios de Calatrava. El último vistazo a mi polar fue en el km 30, 2:15 marcaba. Las sensaciones, las misma, y venga agua para el cuerpo, no me lo puedo creer km 40, creo que he visto 3:01 h, esto está hecho pero, hay que acabar. Lo que pude sentir en esos 2 km y algo, es increíble, una multitud vociferante, empujando como si les fuera la vida en ello, música a todo trapo, réflex por doquier, que por cierto, lo puede masticar. Y si había alguna duda de que no lo conseguiría allí estaban, justo pasado el puente antes de entrar en tramo vallado, mis Conquenses queridos dándome el último empujón. Parece que el destino quiso que la persona que me animo a correr la maratón de valencia dos años antes, estuviera allí para verificar que finalizaría con éxito aquel plan de entrenamiento.


Ya estoy bajando la cuesta, acuérdate de las palabras de los veteranos… cuidado con ella que es jodida (perdón)… y vaya si lo era, el gemelo derecho hace amago de colapsarse pero, no, ya estoy girando y veo la plataforma azul, el resto no lo puedo describir con palabras, estoy en lo alto de la piscina, encarando la meta y no recuerdo si había gente, porque solo miro el arco de meta, y me vino a la mente el km 4  y sin darme cuenta estoy pisando los detectores de chips,  y sin motivo aparente arranco a llorar, no soy capaz de contener las lágrimas,  me felicito por haber resistido en los malos momentos y reponerme. Mientras salgo del recinto intento estirar un poco aquí un poco allá, no soy capaz de quedarme quieto, tengo que llegar al ropero y llamar a mi mujer, estará preocupada y tengo que contarlo lo vivido. Tendré que esperar a que salga de misa para poder contarle. La conversación con ella es privada. 

Mi espera se hace eterna, estoy deseando abrazar a todos los que han compartido conmigo esa experiencia, aunque algunos héroes tardaran un poco más en cruzar la meta con sus lesiones, motivaciones, ilusiones y por qué no, un poco de locura.
No puedo terminar sin agradecer en primer lugar a mis compañeros de piso A. Prieto, que me ha demostrado lo que yo intuía, vitalidad  y frescura,  y  a P. Toscano ( un referente para muchos),  por hacerlo todo tan divertido. Mi felicitación a Recio por su carrera, que a pesar de ser ya algo común no le quita mérito, al contrario. A los abuelos Antonio y Cordón simplemente por estar ahí, que no es poco, por ser un ejemplo de superación y entrega para muchos jóvenes de este Club. A Bernardo que a pesar de su lesión decidió acabar lo que se empieza, demostrando que los corredores estamos hechos de otra pasta.

Y como no, a todos aquellos miembros del Club que estuvieron interesados por nuestra participación. Especialmente a nuestro Presidente, que tuvo el detalle de llamarnos personalmente para felicitarnos. 
Somos un gran Club, que queda demostrado en cada uno de esos pequeños detalles. Amo alla.

Un saludo.
José Luis Almeda



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