HOLE RONDA O LA CONSAGRACIÓN DE UN CORREDOR DE FONDO
Hacer la crónica de esta carrera me resulta prácticamente una quimera. Resumir en pocas líneas el sacrificio, el trabajo, los entrenamientos, las dudas y las emociones que esta prueba me han supuesto, es imposible.
Los/as que me conocéis, sabéis que soy ese tipo de persona inasequible al desaliento, que trata de encubrir mis debilidades atléticas con entrenos, con kms y con un afán de superación constante e inagotable.
Tres meses y medio después del éxito en el Maratón de Valencia, y con una mochila repleta de emociones encontradas me presenté en Ronda. El tiempo no hacía presagiar un éxito. Las lluvias en la semana previa anunciaban la presencia de más agua y barro que terreno para correr. Claro que sí, tuve muchas dudas pero como siempre digo en estos casos, lo que es igual para todos no es diferente para nadie.
El sábado, desde la salida, sabía que todo estaba bien. Me sentía fuerte, predispuesto a sufrir lo que fuese necesario para cruzar esa meta y con una idea fija en la mente: demostrarme que realmente soy un corredor de fondo.
Una puesta en escena tranquila, y pisar de lleno los primeros charcos con fuerza, (sin empapar a nadie) y el primer resbalón con el barro, fue mi manera de enfrentarme a la prueba. De frente, sin miedo, con la cabeza alta y con el sentimiento profundo de que ese era mi planteamiento desde el inicio. Pasaban los kilómetros, pasaba el tiempo y con el correr del crono iba ganando en confianza. Mi cabeza respondía y con ella las piernas. Me costaba ir despacio pero fui capaz de frenar el ímpetu. Pronto comprendí que si mantenía el ritmo y la mentalidad podía hacer un buen tiempo. Mis previsiones más optimistas me marcaban las cinco horas como objetivo. El paso por la localidad de Arriate, y el cumplir el km.20, me volvieron a cargar de adrenalina. Alguien comentó que en ese momento empezaba la prueba y esa frase me hizo dudar un momento. Afrontamos el km. 21 con una subida fuerte, larga y muy dura. Sin embargo, seguía con la misma entereza física y mental. Superado este hito, aún me sentía con la fuerza necesaria como para mirar el reloj sin miedo a lo que estaba por venir. No tenía necesidad de parar, y aproveché los avituallamientos para reponer energías pero ajustando el tiempo. No quería relajarme, no quería perder más de lo necesario, quería seguir disfrutando de todo lo que estaba viviendo. Aprovechaba cualquier medio llano entre cuestas para trotar y pensaba por momentos que aquello no era real. El paso por el cuartel, km.30, me hace comprobar que realmente soy un privilegiado. Los senderistas me jalean y sigo notando que soy capaz de acelerar hasta bajar de 5 minutos un km. Sorprendido y exaltado afronto la subida a la ciudad de Ronda, con la misma mentalidad. Voy atrapando corredores y dejándolos con facilidad. Llego arriba o eso creo. No paro de ponerme y quitarme las gafas nerviosamente y afronto la Cuesta del Cachondeo. Ahora entiendo perfectamente su nombre, sobre todo en el tramo de escaleras y sufro, sufro porque ya no quiero terminar, ahora quiero seguir avanzando puestos, poniéndome referencias continuas y tratando de no perder el ritmo en ningún momento. Sigo adelantando corredores y la soledad en la que voy me hace comprender que estoy muy cerca de mis objetivos. Termino la subida, y tengo ganas de seguir corriendo. Increíble, pero cierto. En los últimos metros, veo a mi pareja, me detengo y la beso, y sí, lo cuento porque ella se merece gran parte de este triunfo. Tener a tu lado a alguien que te ayuda a ser feliz es el primer paso para serlo.
Última curva a la izquierda y aún tengo fuerzas de gesticular, aplaudir y hasta en un alarde esprintar para que el reloj no marque más de 4 horas y media.
¿Qué más se puede decir? Cualquiera puede leer entrelíneas cómo me sentí. Personalmente, en Ronda he descubierto finalmente que soy un corredor de fondo. Desafortunadamente, mi mente no me permite disfrutar mucho de los éxitos pues como si tuviese vida propia ya anda agitada en busca de un nuevo hito. Por eso y para recordar cuando los momentos no sean buenos, dejo en el alma del club impresa esta crónica.
PD: Por supuesto, no olvido que los señores Tejada y Recio estaban delante. Ellos saben perfectamente la admiración que les profeso. Y poco más que decir.
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