25 años con la Media Maratón de Córdoba por Francisco Toscano
25 años con la Media Maratón de Córdoba
El 29 de noviembre de 1998 comencé mi idilio con la Media Maratón de Córdoba. Era la 14ª edición. Ese año, recién empezaba a dar zancadas en el deporte del atletismo, y solo llevaba tres carreras en mis piernas: la XVI Carrera Popular Ciudad de Córdoba o del Pryca (mi primer 10.000 por debajo de 40 con una marca de 39,46), el I Maratón contra la Brucelosis, (7.500 m. de campo a través entre Monturque y Moriles), y la II Carrera Popular Ciudad de Aguilar, que por aquel entonces tuvo 13.500 m.
Con mis compañeros de Amo Allá (2007)
Han pasado 25 años y me sigue pareciendo una carrera espectacular, sobre todo por el ambiente que le dan los corredores populares. A ello ha contribuido de manera principal, el cambio de la salida y meta en Vallellano y Puerta del Puente, en el entorno de la ribera del río Guadalquivir y los Sotos de la Albolafia.
No tengo recuerdos de aquella XIV edición, sólo algunos datos estadísticos, que vistos desde la distancia no dejan de asombrarme. Supongo que la falta de preparación se compensaría con la ilusión y competitividad que siempre me han caracterizado. Aquella mañana en la capital cordobesa entré el 316 de la general y quedé el 121 Senior B, con un tiempo de 1.24,37, que a la postre ha sido mi mejor marca en las 21 medias que he disputado, hasta la XXXVII última edición, faltando a tres convocatorias. Contaba 37 añitos. Las estadísticas hablan de 1519 inscritos y 1334 llegados a meta. También del compromiso que he adquirido con esta prueba en los últimos 25 años, reflejado en la siguiente tabla:
En estos 25 años he experimentado todo tipo de sensaciones, en su mayoría agradables, siempre unidas al calor de los compañeros y compañeras del club, los que lo dejaron, los que siguen y los nuevos. También algunas frustraciones cuando no conseguí los objetivos previstos o no llegué a terminarla en 2011, cuando me dejé el chip en la mochila y decidí visitar los animales del zoo por el km. 3 (cuando salíamos del polideportivo El Fontanar).
La mañana se despertó fresca en la capital y mi amigo Cordón y yo llegamos temprano para supervisar el montaje de la salida y tomarle el pulso a la prueba. El agua del río despedía ese helor que cala hasta los huesos, y reactiva a las garzas y demás anátidas, “oséase” patos que habitan los sotos.
Mientras nos dirigíamos al punto de entrega de dorsales, se iba animando la calzada con las tímidas zancadas de los populares, y el nerviosismo de las prisas anunciaba la salida cercana. Tras la foto de grupo nos metimos en los cajones, prácticamente sin calentar. La tensión se masca en el escaso espacio que deja tanta concentración de piernas y brazos, el olor a mejunjes placebos, gepeeses… mientras suena a tope la música estimulante. La élite del club se pierde de nuestra vista y quedamos los de siempre, un resto de calandracos y aspirante, Pepe García, Manolo Córdoba, José Muñoz (el de los dorsales) y yo, “los chachis”.
La salida espectacular, del cajón 3, casi andando a rebufo de no sé qué mogollón de piernas con zapatillas de colores. En la Avda. de Cádiz pasamos a Rafael García y José Carlos Cañadillas, que iban a su ritmo. Pepe Manolo y yo ampliamos la zancada buscando el globo de la hora cuarenta mientras la marea multicolor se estiraba y poníamos un ritmo crucero en torno a los 4,30. El bullicio de la gente llegando a la ribera del río junto al meandro nos daba alas y así, sin darnos cuenta, adelantamos al globo y al globero antes del km 5. Poco antes reconocí a un gran veterano del club y coetáneo con su camiseta roja vintage, Juanjo Jiménez, un crack (unos días después me confesó que debutó en la distancia en la Media Maratón Córdoba-Almodóvar de 1992), que disfrutaba esperando a su hijo Santi. Hasta la Avda. Carlos III el recorrido es favorable salvando la tachuela de incorporación a la misma. Allí saludo a otro veterano ilustre, Miguel Ríos. “Estoy que me salgo”, me digo a mí mismo, mientras ascendemos ligeramente por la avenida a buen ritmo. Pepe no hablaba, estaba tramando algo que no intuíamos.
Tras la exigencia de Ollerías nos acercamos al km 10, aún juntos; a partir de aquí empiezo a flaquear pero estamos en la zona más animada de la carrera, Colón, Ronda de los Tejares, Cruz Conde, Tendillas y Concepción, y llegando al Paseo de Agricultura me dejo caer unos metros a verlas venir. Echo de menos algún gel. Esto no me habría pasado años atrás. Tengo la mente fija en el puesto de naranjas, no el de la frutería, sino el del avituallamiento del km. 15. Hasta entonces queda subir el Brillante (allí me sorprende mi hijo, a modo de revulsivo), última dificultad significativa para los que vamos justos. Y como yo, también Manolo empieza a flaquear y me uno a él tras finalizar la cuesta. Ambos vemos como Pepe se va poco a poco sin forzar la marcha. Empezábamos a echar en falta los entrenamientos de fondo, cuando en el avituallamiento del 15 nos pasaron como galgos, más bien como una moto, el calandraco mayor Cordón y el aspirante Cristóbal Jiménez. Quedaba llegar con lo puesto encomendándome a la Santísima Trinidad y a la fiel bandera de España, que sólo me faltó besarla en un arrebato de patriotismo.
La media se hace pestosa y fea hasta el final de la Avda. del Aeropuerto con un recorrido privado de alicientes. Me aguanto a Manolo como puedo y me espera generoso, dejándonos caer por Vallellano para llegar justitos a la meta en la Puerta del Puente, donde se materializa todo el cansancio acumulado y se justifica el esfuerzo. Recogemos y regresamos a casa con el propósito de volver en 2024.
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