Crónica de la II Subida a Huebro (Almería), by Cristóbal Jiménez


Cristóbal junto a nuestra paisana Rocío y un amigo común.

Es curioso, por no llamarlo de otra manera, este mundillo del atletismo. Domingo, no son ni las siete de la mañana y ya estaba desayunando por aquello de irme con todos los deberes hechos. Mi equipación del club, Amo Allá, que conoce ya tantos circuitos, tantas carreras, esperanzas, desilusiones y triunfos, como siempre me andaba esperando distraidamente encima de la cama desde la noche anterior, y con el mismo ánimo de disfrutar y de hacerlo y pasarlo bien. El míster y Rocío, la gran triunfadora del día, pasaban a recogerme a las 8 y 30. En el camino hasta Níjar, un pueblo referente en la zona por su cerámica y por sus playas, nos hemos echado unas risas a costa de las carreras que hacemos últimamente como preludio de un macrocircuito de cutre-carreras que emprenderemos la semana que viene. Nuestra temprana llegada nos ha dado tiempo a cumplir con todos los requisitos técnicos previos a afrontar la carrera. La entrega de dorsales y el número de competidores nos ha hecho comprobar que nuestras posibilidades de subir al podium eran grandes. Juan Carlos Córdoba Marín aquejado de su pequeña lesión y sobre todo, vencido por el convencimiento y las ganas de acompañar a Rocío, ha decidido que no le merecía la pena nada más que acompañarla, y a fe que ha acertado. Aún andábamos en esos pensamientos cuando han aparecido Moisés y Carmen, con los que, por cierto, hemos echado los mejores momentos del día. Pero, sin preámbulos, nos metemos en harina. La carrera desde la salida me ha hecho comprender que hoy tocaba disfrutar poco y sufrir demasiado. Los primeros 700 metros han ido bien, justo hasta el cambio de piso, de asfalto a tierra-pedregal, eso sí, la subida ha sido continua. A pesar de que el paso era lento, pronto el circuito, el cuerpo, el calor, el corazón y hasta la cabeza me han hecho ponerme a andar...demasiado pronto, y lo peor no ha sido esto sino que me ha costado muchísimo volver a trotar, en cada tramo lo intentaba, hacía el esfuerzo, pero estaba demasiado obsesionado con que no podía como para poder ni siquiera intentarlo. Los más negros nubarrones se han cernido sobre mi mente, que me martilleaba con la idea de que andar era un fracaso, que alguien que ha conseguido hacer cuatro maratones sin detenerse ni un solo momento, qué hacía andando tan pronto en una subida que no era para eso. Además, la idea de que la paisana, Rocío, lo estaría pasando muy mal por detrás, tampoco me aliviaba demasiado. Afortunadamente, sabía que Juan Carlos estaba con ella y que él lo llevaría todo controlado. Y es una de las cosillas buenas que saco hoy, o sea tú vas mal, te sientes mal, no sabes qué está pasando y la mente se va a pensar en qué ojalá esa buena amiga no esté sufriendo demasiado. ¿Curioso? No hace dos años que conozco a esta pareja y ya sé que pase lo que pase, estaré siempre agradecido a quién corresponda por haberlos conocido. Sentimentalismos aparte, y para acabar mi desconsoladora subida, en un tramo en el que empezaba a sentirme mejor he tirado detrás de alguien que se ha equivocado en el sentido de la carrera y he perdido otro medio minuto. En fin, que la llegada a la plaza de Huebro no sé ni cómo calificarla. Sí sé que me he bebido medio vaso de agua y me he dado una ducha con el otro medio. Un grito me ha indicado que ya todo era bajada....y una...al volver la esquina me he encontrado con unos 300 metros de agárrate a la baranda y sin embargo, el paso por el pueblo, pisar asfalto y el agua me han dado vida. He subido bien ese repechón, tratando de superar varios cadáveres que me habían pasado en mi despite, y a los que veía pagando las consecuencias de la dureza de la carrera. Arriba estaba delante de ellos y empezada la bajada no he querido mirar atrás, a sabiendas de que es precisamente la bajada una de mis flaquezas. He hecho dos buenos km de bajada y cuando he vuelto la mirada no había ni rastro de mis compañeros, lo cual me ha dejado tranquilo pero sin alicientes. Sin nadie detrás ni delante a quien perseguir me he dejado ir con la mente en blanco, sin más objetivo que verme enfilar la llegada. Atrancado, muy atrancado, zapateando como si esa fuese una buena manera de bajar, he llegado hasta el pueblo. Curiosamente, he llegado muy fuerte a la meta, como si no hubiese hecho nada, sin pensar en que he dejado un suplicio de malos pensamientos y de un corazón hiperventilado. Todos esos sinsabores personales, desaparecen con la botella de agua y la sombra de la alameda del parque del pueblo, aunque también ayuda saber que has sido 7º de la general. Los estiramientos, la ducha, el refrigerio, por supuesto, enterarte de que has sido 2º de tu categoría, detrás del compañero y amigo Moisés, también te dan una ración de alegría. El espectáculo que entre Rocío y yo hemos montado recogiendo 3 trofeos, las cervezas fresquitas, y la alegría de ver que hemos echado un gran domingo hacen el resto. Y volviendo al principio, es curioso este mundo porque el día que subo al podium por primera vez, tengo el regustillo amargo de no haberme visto bien en ningún momento, de haber sufrido demasiado y de haber superado con creces el tiempo que estimamos para este circuito. A ver, señores gobernantes del club Amo Allá, la paisana se nos va a escapar de las manos, la hija de "Rafalito el Batata", biganadora de trofeo hoy, anda sin club y en amplia progresión. ¿A qué esperamos?

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