De Madrid al cielo:


Crónica de la edp Rock'n'Roll Madrid Maratón &1/2 2018

            Recuerdo haber comentado en alguna ocasión con los compañeros del club algo así como “Yo ya las maratones las veré por la tele”, y sin embargo, cuatro años y pico después de la última, tal vez por la necesidad de proponerme algún objetivo que me motivase a seguir entrenando, me planteé el reto de terminar mi sexta maratón y que esta vez tuviera un escenario diferente, Madrid, la más antigua y emblemática de España y con una dureza especial que hacía aún más difícil la empresa.
            El sábado llegué al pabellón número 12 de Ifema a por mi dorsal en Expodepor, atravesando una zona plagada de culés ataviados con camisetas azulgranas, ya que justo en el pabellón de al lado se situaba el punto de recogida de entradas de la afición del Barcelona para la final de la Copa del Rey que esa misma noche se disputaba en el Wanda Metropolitano. La feria del corredor de Madrid es un poco caótica, muchos stands desordenados con comerciales al acecho que tratan de venderte geles, viajes a maratones exóticas, un cambio de compañía eléctrica u otros muchos complementos para el corredor a precios elevados, pero poca información de utilidad y casi ningún obsequio, mientras que la “Pasta Party” me pareció un poco simple y escasa.
            El domingo me despierto muy temprano porque los nervios no me dejan dormir y a las 6:45 tomo el metro hacia Colón. Llego demasiado pronto al guardarropa ubicado junto a la Cibeles y espero a que se acerque la hora para cambiarme y depositar mis pertenencias. Un poco de trote para calentar antes de encaminarme hacia la línea de salida en la Castellana y meterme en mi cajón. El speaker y la música nos van animando. Justo antes de la salida, “We will rock you” y sobre todo “Carros de fuego” hacen que me emocione pensando en lo mucho que me ha costado llegar hasta aquí (y no me refiero solo a los 85'40€ de la inscripción) y enseguida salimos. Los 4 primeros kilómetros son en subida, pero aún no se nota en las piernas frescas, pasando junto al Santiago Bernabeu en dirección hacia las torres KIO y giramos al llegar a las torres de la Ciudad Deportiva. Desde ahí el terreno es muy favorable, con bajadas acusadas que hacen que las rodillas y los músculos se vayan desgastando sin darte cuenta y tengas que controlarte para no acelerar demasiado el ritmo con los gritos de ánimo del público que aquí son más bien contraproducentes. Hay que tener la cabeza muy fría porque todo esfuerzo de más se acabará pagando con creces en la segunda parte.
            En el kilómetro 17 se produce otro momento bonito, cuando se separan los corredores de la media que nos aplauden deseándonos suerte. Tras alguna nueva subida y bajada llegamos por Gran Vía a la media maratón enclavada en Callao, donde se concentra una gran cantidad de público que te hacen acelerar el ritmo. La entrada por la calle Preciados hasta Sol es espectacular, hay muchísima gente gritando sin parar y desde allí bajamos por la calle Mayor hasta la Catedral de la Almudena y el Palacio Real. A partir de aquí iniciamos un descenso hacia la Casa de Campo, donde empieza la verdadera maratón. Siento que he llegado bastante entero, pero ignoro lo que me voy a encontrar y el estómago ha empezado a darme señales de alarma que hacen que decida no tomar más geles temiendo no poder terminar.
            En el kilómtero 28 entramos en la Casa de Campo y el calor se empieza a notar. Son más de las 11, ha salido el sol y está apretando de lo lindo mientras recorremos una carretera desangelada con muy poco público ni sombras que te protejan. Sigo con malas sensaciones que me hacen plantearme pegarme una excursión por la maleza para evacuar, pero no quiero parar y perder tiempo, así que decido continuar mientras pueda, asumiendo el dolor. Es el momento clave, donde empiezan a verse corredores andando o con un ritmo muy inferior y empiezo a toparme con el muro a partir del kilómetro 30. Son 7 kms. que se hacen muy largos y monótonos, incluyendo alguna nueva subida y donde el ritmo se resiente, pero lo peor nos espera al salir de allí, una cuesta pronunciada que te rompe las piernas y ya solo piensas en acabar como sea, aunque tengas que ir mucho más despacio. Desde aquí hasta el final casi todo es en subida, especialmente dura se me hace una larguísima cuesta en el kilómetro 38 que te deja claro lo que es la maratón. Un speaker espontáneo con un megáfono en el Puente de San Isidro se encarga de recordártelo: “Esto es Madrid. Aquí hay cuestas. Sabíais a lo que veníais. Ahora no vayais a quejaros”. Sus palabras me sirven como motivación para superar este desafío. Es verdad. He venido a sufrir y voy a darlo todo de aquí hasta la meta. Nadie me dijo que lo hiciera. Yo ya sabía que lo iba a pasar mal.
            Las cuestas parecen no acabar nunca y el calor sigue en aumento. Me faltan las fuerzas, pero me empujan los ánimos de la gente que te llama por tu nombre y te preguntas si te conocen hasta que recuerdas que lo llevas inscrito en el dorsal. Miro al suelo para no ver lo que aún me queda por subir, pero a partir de aquí ya sé que voy a llegar. Puede que pierda mucho tiempo hasta el final pero ya nada me puede apartar de mi objetivo, por lo que sonrío mientras aprieto los dientes pensando en los duros días de entrenamiento en solitario bajo la lluvia y el frío, las series al límite y las agotadoras tiradas largas, y eso me impulsa a seguir adelante. Cuando entrenas una maratón crees que estás entrenando tu cuerpo, y sin duda lo estás haciendo, pero sobre todo entrenas tu actitud y te preparas mentalmente para este momento.
            Kilómetro 41 y el público es cada vez más numeroso. Atocha ruge y te lleva en volandas hasta la meta en el Paseo del Prado. Un corredor delante mía pega un brinco afectado por un calambre fulminante que no le deja ni andar. Ya veo la meta al final de una larguísima recta, por supuesto también en subida. Disfruto del momento al pisar la alfombra roja y me siento satisfecho por el esfuerzo realizado durante estos meses y en el día de hoy y orgulloso por la fuerza de voluntad que me hizo conseguirlo. Mañana, a todos esos que después de cada carrera me preguntan si he ganado, les diré que sí.

by Bernardo Claros

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