La “media” de Córdoba. Un sueño cumplido.

Mañana del 24 de noviembre. Se cumplían diez meses desde la despedida de mi padre. Pero ese día no podía ser triste. Tenía la gran oportunidad de dedicarle la carrera.
Lo mío no son las distancias largas, bueno, ni las cortas. Me gusta correr para mantener un buen estado de salud, evadir la mente y relajarme. Pero desde hace unos pocos años, siguiendo los pasos de mi hermano, un gran ejemplo para mí, le cogí el gusanillo a las carreras populares. Y como no podía ser menos, en el 2016, di el salto a la media maratón.
Tenía claro que ese día debía correr teniendo buenas sensaciones, manteniendo a raya las pulsaciones, sin forzar y disfrutando de cada kilómetro de la ciudad de mis amores. Y así fue, supe dosificar, hidratarme adecuadamente durante la carrera y hasta apreté durante los últimos 7 kms. Cuando sentía un mínimo de debilidad, una señal desde el cielo me daba fuerza para seguir.
Todo empezó muy temprano. Mi mujer se levantó antes que yo,  porque participaba de voluntaria dando agua en la meta, debía estar allí a las 8:30 y no volvió a casa hasta las 14 h. La pobre llegó más cansada que yo. Hay que reconocer el gran trabajo sin ánimo de lucro que hacen los voluntarios.
Desayuné lo de siempre, infusión, tostadas y un poco de jamón. Me puse la ropa, ya preparada desde la noche anterior y cogí la moto. La aparqué al otro lado del puente San Rafael, donde me esperaba mi amigo Ventura, nos pusimos a calentar, falta me hacía con el frío que había pasado.
Llegué al arco de salida y allí me encontré a Agustín, José Luis, Antoñito, Paco Toscano, Fátima,… podría seguir nombrando a todos, más de veinte valientes de Aguilar. Todos con la ilusión de hacer una de las carreras más bonitas de la provincia de Córdoba.

Después de los saludos, fotos de grupo y ánimos, me fui a mi modesto cajón de salida. Y allí empezó todo.
Los primeros kilómetros fueron tranquilos, disfrutando del ambiente, del bonito día. Deseaba llegar a mi barrio, Parque Fidiana. Vi a mi suegro y junto a él, estaba mi madre, en la misma esquina de siempre, con su “Cuca”. Rocé su mano y eso me dio alas. Aunque esta vez mi padre no estaba allí, no me entristecí porque sabía que él me iba acompañando.
Empezó la parte más dura de la carrera, las subidas: Carlos III y Ollerías, donde me dio ánimos mi amigo y gran corredor popular Manolo, al que las lesiones le están jugando malas pasadas. Una vez en el centro volví a coger fuerzas, ya que la gente no paraba de aplaudir, Blanca me dio agua en un avituallamiento y otro empujoncito para seguir. Estaba disfrutando del entorno: plaza de las Tendillas, calle Concepción, Paseo de la Victoria,…

Cuando empecé a subir el Brillante, me dije “¡Vamos!, solo hay que llegar hasta el PRYCA La Sierra (soy un nostálgico de los viejos tiempos), y luego es cuesta abajo. El primer subidón lo tuve cuando adelanté al globo de 1 hora 50 minutos. El segundo cuando me percaté que llevaba mucho tiempo adelantando a corredores y muy pocos me pasaban a mí. El tercero con la fuerza que me transmitían algunos amigos entre el público y el reloj decía que corría por debajo de los 5 minutos. No me lo podía creer, de seguir así mejoraría mi marca.
Todo iba muy bien y así fue hasta el final. Correr los últimos metros de la media sobre el Puente Romano y pasar por debajo de la Puerta del Triunfo, es una de las satisfacciones más grandes que pueda tener un corredor cordobés, ya sea de la capital o provincia.
Alcé la mirada al cielo y levanté mis manos dando las gracias. 
Destacar, sin dudar, la alta participación de los compañeros de mi Club, un total de 27 corredores asistieron a la carrera, podían haber sido más, pero las lesiones, enfermedades o inconvenientes de última hora mermaron la asistencia.
Os dejo enlace de los participantes.
José Carlos Romero Bonilla

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