IV San Silvestre Solidaria

¿A qué nos huele la felicidad?
A unos, a la cara de un niño emborronada de chocolate, a otros a risas y carcajadas de las personas a las que amamos, a muchos otros a la luz del amanecer. Eso… amanece, que no es poco.
El 31 de diciembre, desde que amaneció olía a como huele la felicidad para un club de atletismo, a carrera popular. Olía a recachita calentita del último día del año.  
¡¡Pues sí señores!!, el 31 de diciembre amanecía con la luz límpida y cristalina que nos regalaba la naturaleza y ese martes, la felicidad olía a San Silvestre, a nervios, a ilusión y sobre todo a SOLIDARIDAD, a la de un pueblo volcado, a través de una carrera popular, con los más necesitados.
El astro Sol se vestía de largo para regalarnos un día inmejorable. Echaba una mano a la directiva del “Amo Allá” para que no tuviésemos una sola inclemencia meteorológica y permitirnos atar los últimos cabos de la IV edición de la San Silvestre.
Eran las 10 de la mañana y en ristre, ya estaban cargados los cajones de pódium, trofeos, arco de meta, crono, bolsas de corredor, preparados disfraces, Remedios Muñoz “La Truena” con el chocolate y la leche comprados. Ay que nervios. 
“¿Se nos olvida algo? No. Todo está en la furgoneta de Cabello y el resto de cosas en el coche de Josefina. ¿Voluntarios? Dispuestos. ¿Dorsales? Controlados. ¿Ayuntamiento y Policía Local? Todo controlado. ¿Protección Civil? Allí estará”. Ay que nervios... hasta Juan Delgado, Concejal de Deportes, haciendo ronda de reconocimiento para que no faltase nada de lo comprometido. Eran las 12:00 de la mañana y ya estaba todo. Habíamos terminado; ahora solo quedaba empezar y empezábamos a las 4 de la tarde. Ay que nerviossssssss.

¡¡Las cuatro!! Sonaban las campanadas de la Torre. Las últimas 4 de la tarde del año. Ahora sí, esto estaba aquí. 
Unos bajábamos por la calle Carrera, otros por la Moralejo y otros subían por la Pintá. Agustín Romero con trofeos en mano asomaba por el arco del Llano chico. “Lo tenemos todo y comenzamos ya”

¡¡Desaparecieron los nervios!! Todos sabíamos nuestra función. Lista carpa y fogones de chocolate. Bandejas de canutos ordenados. Que ganas de saborear todo, pero allí estaban Remedios, Rocío, Ana y Josefina vigilando la intendencia de después de la carrera. 
Llegaba Rocío Prieto y montábamos arco. Llegaban corredores disfrazados de cualquier cosa. Daba igual. Era la mejor San Silvestre del mundo, la nuestra, la de nuestro pueblo. Y Aguilar, bien merecía unas pocas zancadas la última tarde del año.

Crono conectado y listo para el disparo. Ay, volvían de nuevo los nervios cuando Jero y yago aparecieron con la moto cabeza de carrera y la bicicleta de cola. Protección Civil comprobaban luces y sirenas. Ay madre, ahora sí que síTodos mirábamos a los Cajones de Pódium. Que bonitos estaban. Cuales caballitos rampantes, parecía que se alzaban ansiosos por portar a sus ganadores y ganadoras.
Las cinco y media y nuestro Sol seguía allí, no se había ido. Esa tarde fue más nuestro que de ninguna otra San Silvestre. El Llano de las Coronadas, que hasta hace dos 31 de diciembre era un congelador urbano, rebosaba con solo tres mesas y 300 dorsales el calor más humano, solidario y bonito que jamás vuelve a tener el Llano en los otros 364 restantes días del año. 

La primera mesa, con las voluntarias del Banco de Alimentos radiaba el calor y el color que da el amor por compartir la comida de nuestros hogares y que aunque sea por unas horas, arrancaría la sonrisa a muchas madres que podrían dar viandas a sus niños. 

Una segunda mesa, de raíces hermosamente enraizadas, que radiaba el calor y el color único que sin duda tiene la sonrisa de los niños al recibir los juguetes de las manos de SS MM Los Reyes Magos de Oriente.
Y una tercera mesa que hervía de sangre de vuelta rápida, la de los corredores recogiendo sus dorsales para engalanar de risas, calor, color y felicidad las calles de Aguilar. 
¡¡Bien por la mesa de dorsales!! Gracias una vez más a Andrés, Diego y Paco. Ahora sí habíamos terminado de endosar dorsales. Empezábamos en menos de 15 minutos.

Con micro en mano, el Presidente del Club daba comienzo al sorteo de los diferentes obsequios con los que habían participado varios establecimientos de nuestra localidad, y como dice el refrán que no hay dos sin tres, hasta el último dorsal, “el 600” se llevó premio. Todo era posible en la tarde del 31 de diciembre. Todo parecía mágico en la San Silvestre del Amo Allá.
Jerónimo Moreno anunciaba que la vuelta de reconocimiento era perfecta; todos los voluntarios estaban en sus puestos, el tráfico estaba cortado y los espectadores ansiosos por vernos volar con esas camisetas rosas y moradas patrocinio de Asesoría Berenguer.
¡¡Ahora sí que sí!! Que nerviosssssssssss. Agustín se dirigía a la mesa de jueces y quedaban segundos para que todo comenzara de verdad.

Desde una cámara lenta, os puedo asegurar que esta que suscribe, veía los ojos de los corredores brillar y parpadear lentamente, esperando el sonido del pistoletazo de salida. Veía pendular los borlones de las decenas de gorros de Papa Noel esperando volar junto a la suave brisa que corría a las 6 de la tarde. Esas carcajadas de jolgorio típico de las últimas horas del año no tenían precio.
La magia de la luz del atardecer, los brillos de los disfraces y el sonido sordo del disparo de salida se unían, cual mágico momento, para culminar el trabajo de mucho tiempo.  
Familias completas corrían por primera vez al son que marcaba la San Silvestre. Veíamos disfrutar a verdaderos luchadores de la vida, que más que un dorsal, portaban en su pecho una prueba de fuerza y superación. ¡¡Bravo por ellos!!
Iban a ser 30 minutos de magia, sonrisas y del adiós a todo un año deportivo. Trescientos corredores recorrían la distancia de unos escasos cuatro mil metros, los mismos que poseen la solidaridad de todo un pueblo y el espíritu de superación de los que corren por un día.
Por una vez, daba igual que los ganadores absolutos se llamaran Francisco Salas o María del Mar Marqués, porque a las cinco de la tarde ya habían ganado las cocinas necesitadas, las sonrisas de los niños y la alegría de todos y cada uno de los corredores que llenarían las calles de Aguilar en esa media hora.

Llegaba el fin de todo un trimestre de trabajo para el club Amo Allá, y qué mejor broche que el dulce sabor de un vaso de chocolate y un canuto de crema para nuestros corredores favoritos, los últimos trescientos del año. Qué mejor broche, que el alzar a través de seis trofeos, el símbolo de todo un club y el de los clubes de alrededor, AYUDA a quienes más la necesitan.

En el reloj de la Torre sonaban las siete y media de la tarde. Nuestro Presidente daba por finalizada la carrera y a través de nuestra cámara lenta, veíamos las sensaciones, los comentarios y las miradas de los que allí quedaban. 
Habíamos puesto lo mejor de nosotros y lo mejor de nuestro club en aquella carrera. El pueblo de Aguilar lo mejor de él. ¡¡GRACIAS con mayúsculas un año más!!
Se desinflaba el globo de meta, se desconectaba el crono y se apagaban los fogones. Había terminado la IV edición de la San Silvestre con el regusto de querer más.

Isabel Araque.

Comentarios

David ha dicho que…
Enhorabuena por la carrera y por la orientación benefica de la misma; con muy poquito se puede ayudar mucho.
Como propuesta de mejora, adelantar el horario de la carrera y no terminar sin luz solar. Atraerá a más participantes y público y la carrera lucirá mucho más antes durante y después de cruzar la meta.
También fomentar que la gente se disfrace, quizás dando algún premio al mejor disfraz.
El año pasado hubo más gente disfrazada y también más gente animando a lo largo del recorrido, quizás sea también buena idea recuperar el paso por la plaza octogonal donde se aglomeró mucho público.
Un saludo y que hayais empezado bien el año.

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