XXX Media Maraton de Puente Genil


La mañana del 7 de febrero se despertó brumosa y algo desapacible, lo que vino a acrecentar mis dudas de asistir a la carrera en la vecina ciudad de Puente Genil. Este hecho, junto a la calidez que despide una cama en estos domingos del año, alimentó los momentos de debilidad que con cierta frecuencia se manifiestan ante el reto de competir. Pero también, como en otras muchas veces, se impuso ese segundo de decisión que te hace agarrar la mochila y el zapatillero y tirar para adelante. Esta contradicción que prepara la adrenalina y nos pone en línea de salida una y otra vez no se entiende si no se es corredor popular. Convenzo a mi esposa, un café, con dos croissants y un plátano es mi bagaje para afrontar los escasos 21 kilómetros de la prueba pontanesa… y mi esposa y mi princesa, que no es poco. No estoy preparado para grandes gestas, pero estoy nervioso, y eso me delata. Casi siempre es un buen síntoma. Previamente me había pesado ligero de equipaje. Otra alegría que me hizo sentir aliviado. Ya sabéis lo importante que es el tema mental. 
En la plaza del Ancla se ultiman los preparativos de la prueba. La mañana despejaba las dudas y se presumía óptima para la carrera. No habría viento por el canal. Mientras me dirigía a recoger el dorsal me encontré con Pepe Franco y Pedro Artajo. A Pedro y a mí nos une el amor a la naturaleza y los bichos con un vínculo más fuerte que el atletismo. Miraba a un lado y a otro buscando entre el ir y venir de chandals, camisetas y mochilas caras conocidas. Sabía que Fatima y Javi Recio me acompañarían. Los blancos y rojos eran mis preferidos. Obvio, son los del club que he visto crecer. También me crucé con Miguel Ríos, que iba a vivir un día inolvidable, el de la despedida en su tierra, con un reto nada fácil que a la postre consiguió, parando el crono en 1 h. 22’. Mil novecientos noventa y dos queda lejos, pero sigue siendo maravilloso porque “recordar es vivir”. Me encuentro con Javi Recio en los previos. Toca ponerse el traje de faena siguiendo un ritual propio, casi íntimo. Se podría escribir un libro sobre estos momentos exclusivos en la vida del corredor. Falta poco y salimos a calentar. Nos echamos la última foto con Fatima, que se hace más pequeña entre Javi y yo, aunque solo en apariencia y nos disponemos a tomar la salida.

El pistoletazo me devuelve a la soledad del corredor. Pasados los primeros kilómetros de apreturas y recelos por el callejero, el pensamiento se llena de dudas e interrogantes sobre el ritmo al que voy, siempre más lento que el que quisiera y más rápido que el que me conviene. La primera parte de la prueba es favorable, pero la imagen del repecho en el km. 6 se adelanta llenando de temores la animada marcha. Cuando llega, el repecho se convierte en un puerto y me acuerdo del consejo de mi amigo Brahim, en las cuestas hay que tirar de brazos. El alivio de llegar arriba lo expreso con una fuerte exhalación y me doy ánimo para la monótona travesía del canal. Mientras avanzo pienso en la forma de acortar el recorrido. Cuando estaba en mi mejor forma ni se me ocurriría. Entiendo que acercándome al margen interior de la calzada, pegado al agua, haré menos metros, y así lo hago, desatendiendo la fila del grueso de corredores. Es increíble la cantidad de tonterías que se pasan por la cabeza cuando está ociosa. Mantengo un ritmo constante hasta la aldea de Cordobilla aliviándome con la idea de que el escaso viento será favorable a la vuelta. Me distraigo con los primeros corredores que vienen de frente como trenes y me llevo un alegrón al divisar a Fatima, que ha conseguido despegarse unos metros de Janine, su perseguidora, saliendo de Cordobilla. La veo fuerte, ¡Vamos valiente! Al girar por el caserío me cruzo con Javier, que va delante, pero menos de lo que esperaba recibiendo otro empujón anímico. Cuando se va detrás gusta pensar que los de adelante irán a menos o incluso que pincharán. Eso me pasó al adivinar la espalda de Pepe Franco cuando me acercaba al km. 15. Mi gozo en un pozo, pues mi anhelo de cogerlo se disolvió al mismo tiempo que ponía distancia entre los dos. El cansancio hacía mella, a unos más que a otros. Solo pensaba ya en pasar el susodicho repecho a favor de la pendiente y alcanzar la Matallana, donde me esperaban mis dos Cristinas, orgullosas de esposo y padre. La calle comercial se hace dura, pero la meta ya está cerca y el final en bajada es gratificante, entre voces anónimas y aplausos de ánimo. El ticket que me da el amigo Antonio de Ideain refleja el resultado de una buena carrera, 1:30:46, mientras busco a Fatima para que me confirme que ha ganado su primera Media Maratón. Enhorabuena.
También para la organización, que se vuelca con el corredor al finalizar la prueba regalándole una magnífica bolsa. Y como no, para el resto de mis compañeros del club Amo Allá:

Fatima Ouhaddou       1:19:29
Javier Recio                1:27:50
Pepe Franco                1:29:51
Paco Toscano             1:30:46
Miguel Pavón             1:39:12

by Paco Toscano


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