Crónica de la carrera más dura de la provincia de Almería, by Cristóbal Jiménez, el galgo de Aguilar:
Bueno, pues siguiendo la costumbre, aquí está mi crónica de la carrera de ayer. Mis vecinos decidieron que no necesitaba dormir, y montaron una fiesta de esas que finalmente acaba invitado el bloque al completo. Así que desde las tres de la mañana, ojos abiertos y mala leche inundando el cuerpo. Eso sí, tendré que agradecerles que me dejaran todo el tiempo necesario para cubrir mis necesidades y los negocios con el Sr. Roca. Lógicamente, y con tanto tiempo libre, salimos tarde y
sin hacer trompos por las rotondas, así que el viaje, (más corto de lo esperado), se hizo con total tranquilidad.
sin hacer trompos por las rotondas, así que el viaje, (más corto de lo esperado), se hizo con total tranquilidad.
A la llegada a Armuña, nos encontramos con un macrodesayuno compuesto de café, chocolate, bocadillos a gogó, bizcochos, etc…y yo allí mirando. Claro, que no pude resistirme y algún bizcocho pasó por el gaznate. Por allí ya andaban el míster, Rocío (que andaba dando cuenta de algunas viandas), Ángel, José Luis (chuparruedas), Juan Pedro (el sr. gorras), y lo mejorcito del atletismo almeriense. ¿Qué coño pintaban toda ese nivel top en una carrera como esta? ¿No pueden dejar estas carreras para los torpes? Pues no, allí estaban.
¿Calentar? ¿Para qué? Si teníamos cuestas para jincharnos, para qué calentar. Pero, nada, Juan Carlos insistió y nos pusimos a disimular que calentábamos. La salida ya anunciaba lo que nos esperaba, cuestas. Y en marcha. Después de la primera tachuela, una bajada y me voy detrás del míster con la idea de que marchásemos juntos el mayor tiempo posible, pero al señor no le gusta mi compañía y aprovecha un charco en el suelo para darme agua por todas partes de mi cuerpo. Lo perdono rápidamente no sin darle las gracias por el refresco y me pongo delante a marcarle el ritmo. Lo miro varias veces y no me gusta la cara que lleva, pero como tampoco veo la mía y el circuito no ayuda a sonreír, decido que el ritmo es bueno. Lo busco con la mirada y siempre está cerca, sufriendo, pero cerca. Los primeros 11 km. Un suplicio de fuertes subidas y descansillos que ayudaban a tomar aire. Hacía el 10, escuchó que se acercan por detrás un grupo donde están los tres que comenté antes y empecé a pensar que la había cagado y que había ido demasiado deprisa y ahora tocaba pagar el peaje. Se cruza un pequeño río o arroyo, con una preciosa alameda, que alguien estropeo con la frase que ahora empieza la carrera. Virgen, para empezar en el 11 estaba yo. El grupo es muy bonito, con los nombrados anteriormente, el míster y dos señores de El Ejido, que van por libre. Subimos juntos unos 500 metros y de pronto, el señor Juan Carlos, piensa que vamos lentos y hace un amago de irse, amago porque no llegó ni a ponerse al frente, Juan Pedro, le da la vuelta a la gorra y nos dice “hasta luego Lucas” y el señor taxista se marcha a su ritmo detrás. Miro a ver quién está conmigo y me veo solo, sin fuerzas para llegar a los de delante y con Ángel y el desencadenante de la tempestad quedados por detrás. ¡Qué digo yo, míster, qué si vas mal a un ritmo, acelerando qué esperabas! Bueno, pues el Vía Crucis se hace eterno, a cada curva casi pidiendo clemencia, un descansillo, una bajada que no existe, subida y más subida. Al poco diviso al taxista (José Luis) demasiado cerca, señal de que algo no iba bien, porque yo rápido no iba precisamente. Cuando lo adelanto me dice que le ha dado flato, (“pero hombre cómo te va a dar flato si vas andando”), y lo dejo allí tirado. Me falto pisarlo para que no pudiese remontar (lo apunto para próximas ocasiones). En un alarde de valentía le pregunto a unos señores despistados que andaban por allí si quedaba mucha subida y me dicen que un poco más de un kilómetro. Yo me podía haber ahorrado la pregunta y ellos se podían haber ahorrado la sinceridad. A todas estas, me había olvidado del míster, pensando que andaba cerca, a su ritmo pero cerca. Finalmente, se termina la cuesta continua, en el 17.5 y comienza el llano y la bajada. No me queda ni un gramo de fuerza y el taxista llega y ni me saluda, tal y como llega se va, ¡coño qué gente, en qué escuela lo habrán educado! y aunque hago el intento de seguirlo, mis piernas todavía se están riendo. Así que a mi ritmo, la bajada muy fuerte por debajo de 3.50/km y para terminar unos 400 metros de subida donde no me paro por respeto al público y por amor propio y meta. Objetivo cumplido, 1 hora 40. Después de ser capaz de respirar, aparece el míster un par de minutos después, y tras darnos una ducha, en compartimentos separados y cada uno con su bote de jabón, que luego están por ahí las malas lenguas y zamparnos todo lo que pillamos nos vamos a mirar las clasificaciones. El míster ha pillado trofeo, así que al menos, vamos a disfrutar de un pódium. Lo de las chanclas, que casi se cae al dar un saltito, lo del show de José Luis, la paella, el embutido y las cervecitas de después, sin duda, lo mejor de toda la carrera. Sin duda, y esto más en serio, lo mejor es el buen día que echamos gracias a la gente con la que pudimos compartir la carrera, el antes y el después.
Por cierto, anduve luego toda la tarde mirando como podía robarle el trofeo a José Luis, pero le había puesto una alarma antirrobo y además, de la mochila donde lo llevaba salía un olorcillo poco recomendable. Parecía que el tío, había sudado para ganar una copilla de ná. Próxima entrega: ni se sabe porque hoy no me siento las piernas. Si para el miércoles han vuelto, lo mismo este mismo domingo en Huércal-Overa. Otra de media montaña. ¿Es qué no sabéis correr en lo llano?
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